
Como es costumbre en Mancha Real desde hace décadas, este pasado sábado 14 de enero se celebraban las “lumbres de San Antón”, adelantándose al día oficial que es en la noche del 16 al 17, pero el Ayuntamiento local autorizó que se pudieran celebrar el fin de semana.

Fueron decenas de hogueras las que se pudieron ver en todos los puntos donde el terreno estaba autorizado para poder encenderla y en las que se pudieron ver a grupos de amigos y familiares que aprovecharon esta ocasión para reunirse y disfrutar de las sardinas que el Ayuntamiento había repartido a los grupos que fueron a registrarse y de los productos que son típicos para asar en las parrillas, como los chorizos, la panceta o los churrascos acompañados además de un aperitivo típico de esa noche omo es el “tueste”. Muchas y variadas las zonas donde se realizaron las hogueras, desde las parcelas junto al Mirasierra o los alrededores del Centro de Salud, pero donde más lumbres se concentraron fue la zona de la “Cruz del Pulgón” en las que cada 10 metros te podías encontrar con una de ellas. Una noche fría pero que al calorcito de la hoguera y con la bota del vino cerca, los vecinos del pueblo pasaron unas horas de agradable convivencia.

Es una tradición que se remonta al siglo XIII, las “Lumbres de San Antón” donde la festividad de San Antonio Abad llegó a Jaén con los nuevos habitantes que vinieron durante el periodo de la repoblación castellana, influenciados estos por la devoción que se le profesaba al santo en Francia y Centro Europa. En ellas se reconocen los ancestrales ritos paganos de las hogueras que ahuyentaban los malos espíritus del ganado y de los animales domésticos, evitándoles enfermedades y plagas. Tradicionalmente, al atardecer se encendían lumbres en el monte, las huertas, cortijos, caserías y en todos aquellos lugares en los que había ganado y animales domésticos. Es posible que estas hogueras tuvieran connotaciones mágicas, con la intención de ahuyentar las enfermedades y plagas de los animales. Hay también una relación clara con el ciclo de la cosecha y de las labores del olivar.

Precisamente son estos restos de la corta, el ramón, el material básico de la hoguera. A ella se le unen los capachos viejos de esparto, que se usaban en el prensado tradicional, empapados aún en aceite, un excelente combustible, y muebles viejos de los que acaso se cambian una vez que se dispone de dinero al cobrar los jornales de la aceituna y en los últimos años los socorridos palets que son recogidos en los días anteriores por los grupos de jóvenes que forman cada una de las lumbres.