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Un mancharrealeño viaja a la frontera de Ucrania con ayuda humanitaria y recoger refugiados

Nos cuenta su experiencia Jesús Pulido

Son muchas las noticias que a diario vemos en los medios de comunicación en relación con la invasión de Ucrania y la cantidad de refugiados que esta maldita guerra está generando, personas que cada una de ellas tiene una historia detrás y que necesitan más que nunca la ayuda humanitaria de todos.

Jesús Pulido en su despacho de Sevilla

Hace unos días nos llegaba la noticia de un mancharrealeño que junto a un grupo de amigos, se habían desplazado hasta Polonia para llevar ayuda humanitaria y recoger a varias familias de ucranianos y traérselos a España, una misión difícil pero con un gran valor. Se trata de Jesús Pulido, hijo de Juan “el del Bar Taxi”. Jesús reside en Sevilla donde tiene una gestoría y un despacho de abogado puesto que esa es su profesión, pero se desplaza a menudo hasta Mancha Real para visitar a su familia y no perder contacto con su pueblo. Se marchó de Mancha Real hace más de tres décadas, trabajando en diferentes lugares de España hasta que al terminar la carrera de derecho, se traslada a Sevilla en 1992, ciudad en la que contrajo matrimonio y que desde entonces reside como decíamos anteriormente. 

Nos contó la historia de ese viaje humanitario y decidimos darle la palabra aquí en nuestra Web para que expresara su experiencia y la de todos los que le acompañaron que fue todo una odisea, pero que les ha quedado un recuerdo imborrable de lo que han visto allí y la satisfacción de haber contribuido a que unas familias hayan dejado el horror que se está viviendo en aquellas tierras.

Algunos de los vehículos de la expedición

“Me llamo Jesús Pulido, soy abogado y una clienta mía que tiene un restaurante en Mojácar (María Moreno, Restaurante Cabo Norte) organizó un viaje a Polonia (Cracovia) que inicialmente se planificó para llevar una furgoneta llena de ayuda humanitaria con la idea de traerse a España a la familia de una empleada ucraniana de su restaurante (Natalia). Así planteado, todo empieza con un “llenamos una furgoneta, llevamos ayuda y nos traemos a tu familia”, sin embargo se corre la voz por Mojácar y por Facebook y comienzan a llevar al restaurante ropa de niños, ropa de cama, alimentos, medicinas….etc., todo se desborda hasta el punto de que finalmente vamos con 3 furgonetas, una auto caravana y mi coche particular que es de 6 plazas. Todo lleno de ayuda humanitaria. Se ofrecieron personas con furgonetas, conductores, etc.

Este restaurante estaba cerrado pero al conocer la historia, abrió y les dio de comer a todos gratis

En menos de una semana estábamos en la línea de salida, el lunes día 7 de marzo a las 5:30 de la madrugada, desde Mojácar (Almería) iniciamos el viaje, nuestro destino Cracovia teníamos por delante 3.000 Km., en cada coche íbamos 2 conductores ya que la idea era no parar y la planificación era lunes y martes para llegar a Cracovia, miércoles entrega de toda la ayuda humanitaria y recogida de las personas que se venían a España y salir miércoles por la noche para estar, de nuevo a Mojácar el viernes por la noche. La noticia de que íbamos también se extendió por Ucrania ya que Natalia avisó a su familia para que se aproximaran a la frontera de Ucrania con Polonia y una vez en Polonia debían llegar hasta Cracovia, destino de nuestro viaje, punto de entrega de la ayuda y de recogida, como he dicho antes.

Descargando parte de la ayuda

Durante los días de la preparación no paraban de llamar y enviar WhatsApp a Natalia, ucranianos que conocían nuestro viaje, suplicando que nos los trajéramos para España, entre todas quiero resaltar una llamada de una mujer que nos decía que estaba escondida en Jarkov (Ucrania), ciudad que había sido prácticamente destruida por los rusos y nos contaba que llevaban varios días escondidos, ella y su hijo de 10 años, y sin comida, llevaban 4 días sin comer, nos suplicaba que la recogiéramos en Cracovia y nos decía “si nos garantizáis que puedo ir a España con vosotros, mi hijo y yo saldremos de nuestro escondite e iremos a Cracovia, asumiremos el riesgo de que nos maten durante el trayecto, pero si nos quedamos aquí, moriremos de hambre puesto que no podemos salir de donde estamos escondidos.

Viendo la cara de la pequeña, mereció la pena

Esa llamada nos “partió el alma” no es lo mismo que yo la cuente, que escuchar la voz desesperada, llorando de esa madre, suplicando ayuda, dispuesta a asumir el riesgo que suponía atravesar Ucrania para llegar a Polonia con la situación que vive Ucrania, sabían que podían morir por el camino, pero, nos decía “eso puede ocurrir, o no, pero si nos quedamos aquí es seguro que moriremos de hambre”. Finalmente, esa mujer llegó a Cracovia, con su hijo, y se vinieron con nosotros a España donde tenían familia.

 

 

Parte de la expedición en el viaje de vuelta

En nuestro expedición viajaban además de Natalia, otros dos ucranianos más, que iban a recoger familiares, las continuas llamadas a Natalia provocaron que antes de salir de Mojácar ya habíamos ocupado todas las plazas que teníamos para volver, en total sobre 25 personas, pero no paraban de llamarla personas desesperadas pidiendo ayuda y venirse con nosotros, era muy duro decirles que no había sitio que ya estábamos llenos. Condujimos desde las 5:30 de la madrugada del lunes, que salimos de Mojácar, hasta Wroclaw, ciudad polaca a unos 300 Km de Cracovia, a la que llegamos a las 4:30 de la madrugada del miércoles día 9 de marzo, condujimos, sin parar, salvo breves descansos para comer en ruta y algún rato de descanso, durante 48 horas, algo más de 3.000 KM.

El miércoles comenzó temprano, a las 8:30 salíamos del hotel rumbo a Cracovia, hasta ese momento ni habíamos tenido ningún problema, todo perfecto, pero surgió uno, mi coche, que es eléctrico se averió en una parada para cargarlo que hicimos nada más salir de Wroclaw, eso provocó que Natalia, que me acompañaba a mi, y yo, nos quedáramos en el lugar de la avería, y los demás continuaran para cumplir nuestra misión, finalmente la ayuda fue entregada en la frontera de Ucrania con Polonia, donde llamó la atención que el Embajador de Ucrania en Polonia estaba allí y era uno más descargando toda la ayuda que allí llegaba.

 

Jesús con Natalia y una familia

Trás la descarga venía uno de los momentos mas felices y más amargos del viaje, se iban a encontrar con las personas que ya tenían concertado que se venían a España, pero sabíamos que iba a estar esperando más personas de las que cabían en los coches, por lo que había que afrontar la difícil situación de decirles que no podían venir, fue muy duro dejarlas allí, llorando por la desesperación de ver esa oportunidad perdida y la necesidad que tenían de salir de aquel infierno.

 

 

Un viaje tan largo requería hacer paradas

Hemos recibido ofrecimientos de cientos de personas para acoger en sus casas a los refugiados que traíamos, pero todas las personas que venían con nosotros tenían familiares en España, por lo que no necesitaban vivienda, pero agradecimos a todos los ofrecimientos recibidos. Natalia y yo no pudimos vivir esos momentos ya que mi coche no se podía reparar en esos momentos y nos tuvimos que volver en avión y dejar el coche allí, y allí sigue, al menos tardarán un mes en repararlo y una vez que esté reparado iré a recogerlo y me traeré a más personas si es que esta injusta guerra no ha terminado aún.

 

Parada en un restaurante en la vuelta

Íbamos, no con miedo, pero si con cierta inquietud, era un viaje muy largo, íbamos a Cracovia, zona alejada de la guerra, pero si comparamos con nuestras casas, evidentemente estábamos muy, muy cerca, había muchas incógnitas, pero teníamos claro que si conseguíamos ayudar, salvar de aquel infierno, aunque solo fuera a una persona todos los riesgos que implicaba el viaje habrían valido la pena, y ahora, ya descansados y viendo todo lo que está ocurriendo, solo puedo decir que ha valido la pena, agradecer a María y a Natalia que me permitieran acompañarlas y a todos los que componían la expedición por su entrega y sacrificio, todos se han portado como unos grandes y auténticos campeones!!!!.

Alegría en los niños que les acompañaron

Finalmente, quiero dejar claro, que mi intención al contar esta historia no es para ganarme aplausos ni palmadas en la espalda, solo quiero transmitir que todos hemos de pensar y preguntarnos ¿Cómo puedo ayudar”, un poco de cada persona hace un mucho en ayuda, que nadie piense que lo que puede hacer es “poco” y abandone la idea de ayudar, ya que muchos “pocos” hacen un “MUCHO”, lo que vivimos allí, especialmente mis compañeros en la frontera de Ucrania con Polonia, recogiendo a personas en el centro de refugiados en Cracovia, ver la estación de trenes de Cracovia, etc., fue muy duro, por eso cada uno debemos preguntarnos como podemos ayudar y hacerlo, por poco que sea es mucho, que nadie lo olvide”.

Niños de la expedición
Llegada al restaurante de Mojacar

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